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Temporada de invierno 2025: cuando las cifras no alcanzan para esconder una crisis

La temporada invernal 2025 dejó al descubierto una realidad ineludible: el turismo argentino atraviesa una crisis profunda y sostenida. Aunque algunos titulares celebran picos de ocupación y eventos masivos, el detrás de escena muestra un panorama alarmante, sostenido por promociones agresivas, tarifas por debajo de los costos reales y una presión fiscal que ahoga al sector.

6 de agosto de 2025

En un contexto económico adverso, el sector hotelero enfrenta una situación crítica. Aun en pleno receso invernal, la ocupación promedio a nivel nacional apenas superó el 50%, marcando una fuerte caída respecto de temporadas anteriores.

Las reservas se concentraron en el último momento, las estadías fueron más cortas y se priorizaron opciones accesibles. Aunque el calendario escalonado de vacaciones mejoró el flujo vehicular, no logró revertir la caída en los ingresos del sector hotelero, cuyos costos fijos son inflexibles. Los hoteles de 4 y 5 estrellas se vieron obligados a bajar considerablemente sus tarifas con tal de incrementar la ocupación. Los establecimientos de categoría inferior optaron por congelar precios, operar con personal reducido o directamente no abrir sus puertas.

El atraso tarifario frente a la inflación y al tipo de cambio sigue generando un desequilibrio financiero difícil de revertir.

Según datos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), a nivel nacional se registró una caída del 11% en la cantidad de turistas y del 11,2% en el impacto económico, medido a precios constantes

El consumo en bares y restaurantes también refleja la crisis. Según Carlos Alberto Yanelli, presidente de la Cámara de Restaurantes, la caída del consumo gastronómico ronda entre el 20% y el 30% en lo que va del año, duplicando la baja registrada en 2024.


Empleo en Retroceso: Un Efecto Multiplicador Inverso

La caída de la ocupación hotelera tiene un impacto directo y profundo en la economía de los destinos turísticos, afectando no solo al empleo directo, sino también al empleo indirecto e inducido.

Cuando un hotel no supera el 50% de ocupación, no solo no logra cubrir sus costos fijos ni alcanza márgenes razonables de rentabilidad, sino que además reduce su capacidad de generar empleo, invertir en mejoras o sostener servicios de calidad.


¿Qué implica esto?

  • Menos empleo directo: Se reducen horas extras, contrataciones temporarias y planteles estables.
  • Menos demanda a proveedores locales: El hotel compra menos productos a panaderos, verduleros, distribuidores o lavaderos del destino, afectando la facturación y el empleo de esas cadenas de valor.
  • Menos consumo en la comunidad: Al disminuir el ingreso de los trabajadores hoteleros, también cae su capacidad de consumo en comercios, transporte y otros servicios locales.

Por ejemplo: un huésped que se aloja en un hotel no solo genera ingresos que sostienen al recepcionista, al mozo y al cocinero, sino que también activa un entramado económico más amplio. Si el hotel opera a media máquina, el panadero recibirá menos pedidos, el proveedor de frutas reducirá sus entregas y la lavandería perderá volumen. Esa menor actividad también afecta el empleo de quienes trabajan en esos servicios. El efecto multiplicador se invierte y arrastra hacia abajo a toda la economía local.


Reflexión Final

La reactivación del turismo no puede pensarse solo como una necesidad sectorial: es una urgencia para la economía regional. Recuperar niveles de ocupación dignos es esencial para sostener el empleo, fortalecer el consumo interno, incentivar la inversión y preservar el valor cultural y patrimonial de los destinos.

La baja de turistas, la caída del gasto promedio y la pérdida de empleos formales son apenas la punta del iceberg de una crisis estructural que exige respuestas urgentes. Si no se aborda esta situación con políticas claras y estímulos concretos, el efecto multiplicador del turismo -hoy en retroceso- seguirá actuando como un freno para el desarrollo local y nacional.


Por Mg. Lic. Ma. Belén Salvador.