Argentina
17 de abril de 2020
En estos días nos agobian las malas noticias. Leemos en los medios que muchos trabajadores están en riesgo de perder sus empleos, por las políticas para contener la expansión del coronavirus . Y a quienes nos toca tomar decisiones de empleo en estos escenarios de crisis, nos vemos desbordados por la incertidumbre ocasionada por la falta de posibilidades para definir situaciones futuras tales como mantener la plantilla de nuestros colaboradores, sin ingresos suficientes y con varios años de recesión previos.
Entramos a la pandemia del COVID-19 con un profundo estado de anemia en nuestras Pymes, con los recursos agotados. El virus, la recesión crónica y el desempleo consecuente nos dejan poco margen para un sensato optimismo.
En estos últimos 30 años me ha tocado intervenir, directa o indirectamente, en situaciones de emergencia económica que me han llevado a aprender, entre otras cosas, que en estos contextos no hay que tomar decisiones apresuradas.
Por eso creo que, a mayor crisis más cautela. Es preciso comunicar cómo impacta la situación en la organización informando las acciones en curso para mitigar los efectos.
Hay que sostener el concepto de que tanto esta crisis, como lo han sido otras, será sorteada y no habrá ganadores ni perdedores; todos vamos a dejar algo en el camino, pero alumbraremos una nueva realidad: en este caso un nuevo mercado con nuevas pautas de consumo, más pragmático. Es decir, entramos a una nueva era donde debemos dejar todo lo que conocemos para construir y re aprender en conjunto, tanto empresarios y colaboradores. Será la hora de armar nuestras estructuras disruptivas que abrirán la puerta a un nuevo concepto de trabajo.
Estamos transitando el futuro en plena revolución de la información y nos enfrentamos a cambios fundamentales en nuestra manera de vivir y de trabajar. Entre otros factores, el trabajo flexible e inteligente, la redefinición del equilibrio familia/trabajo y una nueva estrategia en cuanto a prácticas de gestión, marcarán el futuro del empleo. El COVID-19 no es el fin de algo, es el comiendo de una nueva empresa, más ágil y con mayor capacidad de generar riqueza.
Todos quienes transitamos una organización Pyme sabemos que nuestros colaboradores son los que determinan el éxito de la operación, quienes saben cómo obtener la mejor eficiencia de un proceso a pesar de tecnologías o quienes están a disposición de nuestros clientes externos para poder sostener la venta. Los emprendedores sabemos la medida del aporte de cada uno de nuestros colaboradores, los conocemos y nos conocen, vemos día a día su maduración y avance en la curva de aprendizaje, discutimos, ¿porque no hacerlo?, pero a ninguno de todos aquellos emprendedores, que por decenas he conversado por años, se desharía de un colaborador en estos momentos. Definitivamente la recomendación de las autoridades nacionales de cuidar el empleo no es para nosotros, ya que lo venimos haciendo desde el inicio de nuestros proyectos.
Las Pymes en Argentina cuentan con un atributo sorprendente, la resiliencia:
la capacidad de resistir ante la presión y la elaboración de comportamientos útiles y positivos para actuar en situaciones límites y adaptarse. No cabe aclaración alguna sobre la exposición continua de crisis a la que son sometidas nuestras organizaciones.
Se trata, entonces, de la capacidad que tienen las personas, y las organizaciones, para superar los problemas que inexorablemente surgen a lo largo de la vida, e incluso salir reforzados de ellos. Esa es la característica natural de nuestras Pymes: sobreponerse a toda crisis, y en esta ocasión también lo harán. Sencillamente, el pasado explica nuestro futuro, en este aspecto de superación.
Por Leonardo Wagner, abogado, MBA, director Ejecutivo PILB, director Legal de Valot SA, vicepresidente de la Unión Industria Quilmes, integrante UIPBA, asesor de empresas y emprendedor.