General
Emiliano Ciut
19 de junio de 2025
Entre el 20 de mayo y el 11 de junio de 2023, Argentina fue sede del Mundial Sub-20 de la FIFA. La mayoría de los partidos se disputaron en el Estadio Diego Armando Maradona, en la ciudad de La Plata. Durante esas semanas, el Hotel Grand Brizo LP tuvo el privilegio de hospedar al comité de FIFA y a varios equipos participantes, entre ellos, el que terminaría consagrándose campeón: Uruguay.
El equipo uruguayo pasó dos de las tres semanas del torneo en nuestro hotel. Esa convivencia generó un vínculo cálido y genuino entre jugadores, cuerpo técnico y el personal del hotel. Cuando alzaron la copa y luego de festejar, como gesto de agradecimiento, nos obsequiaron camisetas, pelotas y una bandera de Uruguay firmada por gran parte del plantel.
La bandera quedó guardada en un mueble de la recepción. Cada tanto, durante las limpiezas y descartes de objetos olvidados, volvíamos a verla y nos preguntábamos qué hacer con ella. Sin saberlo, el destino ya tenía la respuesta.
El 1 de febrero 2024 recibo en la recepción a una mujer con sus 3 hijos. Me dice que tiene 2 reservas con 2 noches, que habían venido en auto y que su esposo llegaba más tarde. Mientras le cobro, le pregunto: viene en otro vehículo o lo traen. No, me dice ella: viene nadando desde Uruguay. Salió a la madrugada desde Colonia y llegará en la tarde a las costas de Punta Lara (La Plata). Quedé sorprendido por la historia, por el nivel de preparación y por la valentía de este hombre de más de 50 años.
Al día siguiente, al llegar a mi turno, una compañera me recibió con una noticia muy triste: el hombre había fallecido durante el cruce, a pocos kilómetros de llegar. Había sufrido un infarto. La ironía del destino quiso que fuese médico cardiólogo.
El dolor fue profundo. Su familia decidió extender la estadía unos días más, ya que muchos allegados vinieron desde Uruguay para despedirlo, era muy conocido en su ciudad. Mientras se hacían todos los trámites, sus conocidos fueron llegando, fue un fin de semana muy triste, imposible no sentirse conmovido.
En el check-out, me tocó a mí recibirlos. Luego de ofrecer mis condolencias y lamentar lo sucedido, les pregunté si les gustaba el fútbol. Respondieron que sí. Entonces recordé la bandera.
La saqué del mueble, y con la voz entrecortada les conté su historia: cómo había llegado hasta nosotros, los días compartidos con aquel grupo de jóvenes campeones, la emoción de verlos crecer, ganar y agradecer. Y sin dudarlo, se las obsequié. Sentí que esa bandera había esperado todo ese tiempo por ellos.
A veces, los objetos no están perdidos, solo esperan su verdadero destino.