Historia

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La historia del hotel que está "partido" en dos por la frontera y está abierto desde hace más de 100 años

Su edificio está dividido y guarda historias de contrabando, guerra y resistencia

17 de julio de 2025

Dormir con la cabeza en Francia y los pies en Suiza no es una metáfora, sino una experiencia real. Enclavado en el corazón de los Alpes, el Hotel Arbez es una rareza arquitectónica y geopolítica: su edificio está construido exactamente sobre la línea fronteriza entre ambos países. En su interior, una cama puede tener el colchón del lado suizo y la almohada en territorio francés.


Un límite convertido en oportunidad

La historia de este hotel único comenzó con una jugada estratégica. A mediados del siglo XIX, tras la firma del Tratado de Dappes entre Napoleón III y Suiza, se redefinió el límite entre ambos países, y un contrabandista local llamado Monsieur Ponthus vio una oportunidad.


La parte trasera del hotel conserva la arquitectura alpina tradicional

Patricia Gallardo (Contenidos Digitales)


El salón de la barra combina detalles rústicos con un ambiente acogedor


Una de las habitaciones del hotel muestra de forma gráfica su carácter binacional: cada almohada representa la bandera de uno de los dos países que comparte la cama



La sala de estar, amueblada con mesas de madera y decorada con elementos de ambos países



El pasillo de madera conecta las habitaciones del hotel



El baño mantiene el estilo alpino del edificio, con revestimientos de madera



Hotel Arbez Franco Suisse


Construyó apresuradamente un edificio sobre su terreno antes de que el tratado entrara en vigencia, lo que le permitió mantener sus derechos sobre la propiedad. Así nació una casa que, al quedar partida por la nueva frontera, albergó en un mismo sitio un bar francés y una tienda suiza: la excusa ideal para continuar con sus actividades ilícitas.


De refugio clandestino a símbolo de unidad

Décadas después, en 1921, Jules-Joseph Arbez -hijo de Ponthus- transformó el edificio en el "Hotel Franco-Suizo". Durante la Segunda Guerra Mundial, su carácter binacional lo convirtió en un punto clave: mientras una parte del hotel estaba ocupada por oficiales alemanes, otro sector, en suelo suizo, servía de refugio para fugitivos. La neutralidad suiza protegía legalmente los pisos superiores, y cientos de personas salvaron sus vidas cruzando apenas unos escalones.


En el Hotel Arbez es posible bajar escaleras en Francia y terminar en Suiza, como ilustra este turista en pleno cruce fronterizo

Incluso el general Charles de Gaulle reconoció el valor simbólico del lugar, y en 2012, el Estado de Israel otorgó a la familia Arbez el reconocimiento de "Justos entre las Naciones".


Un hotel con doble personalidad

El Hotel Arbez sigue funcionando hoy con normalidad, aunque su lógica interna desafía las convenciones. Su comedor atraviesa la frontera; los comensales pueden brindar desde países distintos sin moverse de la mesa. Las habitaciones tienen mitades en un país y mitades en otro. Hay escaleras en las que se sube en Suiza y se baja en Francia. Su arquitectura alpina, de maderas oscuras y tejados inclinados, convive con un aire familiar y ruidoso, más parecido a una cantina que a un refugio de montaña.


Un mapa del hotel señala la línea fronteriza que atraviesa la propiedad

Gentileza fronterasblog.com

En los papeles, los franceses lo consideran suizo y los suizos, francés. Quizás por eso, en 1958, Max Arbez -heredero del hotel- decidió proclamarlo como el "Principado de Arbezie", una micronación irónica que buscaba burlarse de las obsesiones burocráticas con las fronteras. De hecho, el Tratado de Évian, que puso fin a la Guerra de Argelia, se firmó dentro de sus instalaciones.


¿Cuánto cuesta alojarse?

Hoy el hotel sigue administrado por descendientes de la familia original. Se ubica en el paso de montaña de La Cure, una aldea francesa colindante con la comuna suiza de Saint-Cergue. Los precios por noche varían entre ?130 y ?180, según la habitación.

Entre los atractivos cercanos, se destacan los centros de esquí de Les Rousses y la naturaleza exuberante del Jura. Pero el principal motivo para hospedarse allí sigue siendo el mismo: vivir, aunque sea por una noche, en dos países a la vez y sin límites.

Fuente: La Nación