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Botones en el hotel

Cuento corto de un flaco largo (el autor).

25 de julio de 2022

No había ninguna duda, estaba muerto. Intentaron y esperaron la reacción pero los huéspedes tenían más deseos que técnicas de rehabilitación. El gerente, un gran anfitrión, estaba sobre el piso húmedo de las cocheras del hotel. La posición no era de una caída natural, literalmente muy "incómodo". Inclusive llevaba su sombrero antiguo puesto, puño derecho cerrado y mano izquierda en el bolsillo de un sacón señorial marrón hecho a medida, de alta costura. Difícil entender esa foto.

Cercano a su cuerpo, el portón abierto con salida hacia el exterior, de un día lloviznoso, frío y con mucha bruma. 08:35 am, mayo, invierno...relativa claridad ambiental.

La investigación comenzaría más tarde con la llegada de la policía al lugar.

Brandy, el gerente del hotel, bautizado así por sus amigos dada su afición a la bebida, era realmente muy querido por los huéspedes frecuentes y por la gente de la zona. Muy talentoso para la hospitalidad dados sus 35 años. Siempre muy formalmente vestido sin permitirse licencias en este punto. Es el único hotel en Los Antiguos, Patagonia Argentina. Con un especial estilo en la atención, dada la impronta personal de Brandy, permanece abierto todo el año.

Lindero al establecimiento vive la familia Poitier, con las mellizas Nadine y Paulette de 24 años, afincados allí desde hace tres décadas. Ellas siempre con activa participación en las relaciones públicas de la ciudad. Dos soles para ese lugar. De gran amistad y confianza con todo el staff de Roble Pellín, el hotel.

Brandy, como distracción y fuera de sus largas horas aplicadas a la hospitalidad, visitaba, con frecuencia, a la familia Meyer, que vivían enfrente y en diagonal al hotel. Emma y Amelia, dos mellizas de 31 años, habían llegado desde Alemania a ese lugar a los 5 años de paseo, pero finalmente se radicaron. Ambas habían aprendido la fina costura y una de ellas era, además, una gran artista: pintaba miniaturas en los botones grandes hechos en madera del Araucaria, un árbol de la zona. Se destacaba también por la variedad de dibujos y colores. Brandy admiraba a Emma por su dedicación y pasión. Ambos se frecuentaban, dada la reciprocidad de bienestar que generaban.

Las mellizas Poitier y Meyer no habían logrado, en todos esos años transcurridos, forjar una amistad. Sí quizás una silenciosa frialdad. Una pena dado que en una ciudad de pocos habitantes eso se notaba.

Nadine y Paulette tenían más presencia física dentro del hotel, quizás por la cercanía directa, quizás por costumbre o por el deseo de salir de sus propias casas. Largos momentos pasaban en el hall del hotel y muchas veces en la recepción misma, con cortas y repentinas ayudas a los empleados o al gerente del hotel. La simpatía y los tres idiomas que ellas conocían les permitían involucrarse en algunas actividades. Brandy era permisivo de ello dado su propia alegría y la de los huéspedes. Así la relación del gerente y una de ellas, Nadine, tomó mayor acercamiento y apego, con situaciones más personales que de divertimento o colaboración como era en un principio.

Nadine tenía más acceso a la oficina del gerente y a la recepción del hotel. No molestaba dada su manera siempre afable de ser y relacionarse. Todos eran sus amigos, según ella.

Paulette, sentía la diferencia y una distancia nueva con Brandy, sobre la cual ella no había aportado nada. Solo le incomodaba haber perdido la igualdad o el mismo reconocimiento.

Nadine entusiasmada por su nuevo rol, seguía a Brandy muy de cerca. Hasta dejó algún mensaje para él, en el Libro de Pasajeros. El no ocultaba en movimientos ni palabras sus nuevas sensaciones. Ambos disfrutaban de algo distinto después de muchos años. Lo vivían con cuidado.

Brandy iba algunas tardes a ver el trabajo delicado de Emma, su artista preferida. Le había encomendado a Amelia un sacón o montgomery marrón, que ya había terminado. Estaba ansioso de ver sus pinturas en miniatura que Emma estaba haciendo sobre sus botones de madera de Araucaria. Parecía que no corría el tiempo. Cada botón era un trabajo lento y delicado. Admiraba el silencio de esa inspiración con creación. Esa hermosa tarea le generó un enamoramiento por Emma que nunca llegó a manifestarle. La bebida le había quitado su personalidad y valentía para expresarse en ciertas circunstancias de la vida y el miedo por el amor, lo congeló más. A Emma le pasaba lo mismo con él. Ambos estaban ciento por ciento en una sintonía espiritual y armoniosa. Faltaba sortear cada uno con sus propias debilidades. Emma estaba eclipsada por la fuerte personalidad de su hermana, Amelia, que intuía el romance silencioso.

La investigación policial fue exitosa y logró la confesión de las mellizas.

En complicidad ambas habían envenenado a Brandy con un líquido puesto en la bebida que tomaba a diario, pensando que no se notaría. En el puño cerrado y en el bolsillo, Brandy tenía aquélla mañana, botones marrones de madera de Araucaria con forma de corazón que Emma le había dado a él en silencio y fuera de la vista de su hermana. Su último recuerdo.

Paulette y Amelia, las mellizas, con silenciosa frialdad, habían decidido cerrar el camino nuevo que se abría para cada una de sus hermanas.


Roberto Salvi

Director Editor

www.diariodelhotelero.com


Un botones es la primera persona y la última que un huésped ve en el hotel. Es una parte fundamental del establecimiento ya que siempre intenta ayudar en todo momento a los huéspedes en cuanto a información y/o servicios que se ofrecen.