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Acento francés. Un delicioso hotel boutique sorprende con su estilo en pleno corazón de Salta

Encontramos en el hotel boutique Villa Vicuña un oasis silencioso y florido, con una inesperada ambientación francesa en el mismísimo casco histórico de la ciudad Salta.

17 de agosto de 2023

Debajo de estas líneas, una de las postales más conocidas de la ciudad de Salta: la de la Basílica y convento de San Francisco, en la intersección de las calles Córdoba y Caseros. Está dentro de lo que se conoce como "el Corredor de la Fe", que incluye la Basílica en la plaza 9 de Julio y el Convento de San Bernardo.


Una perspectiva diferente e inmejorable de la Iglesia, desde Patio San Francisco, un bar y restaurante recientemente inaugurado. A la derecha, la vista larga de la calle Caseros deja ver, al fondo, la mole blanca del Convento de San Bernardo.

Magalí Saberian

Nada pudo anticipar que en ese tramo de la calle Caseros nos encontraríamos con un hotel de inspiración tomada de las colonias francesas del Caribe. La fachada, impecablemente puesta a punto, es la misma de siempre, porque está protegida por las leyes locales de Patrimonio, pero adentro espera una enorme sorpresa. "El hotel cerró durante la pandemia, lo que pudo haber causado que se vieniera abajo, pero acá se tomó como una oportunidad de trabajar en aspectos del proyecto inicial que habían quedado en el tintero", nos cuenta Brenda Buchanan, gerenta general de Villa Vicuña Salta.


Con sus toldos negros y visera con aires art nouveau, la fachada de Villa Vicuña sobre la calle Caseros da pistas de lo que sigue.

Magalí Saberian


Una recepción que envuelve los sentidos

Lo primero que llama la atención cuando se cruza el umbral es un aroma muy suave, pero muy distintivo, que nos recibirá, idéntico, durante toda la estadía. Es una mezcla de vainilla y coco, que la decoración, con sus exhuberantes motivos vegetales propios de fines de los siglos XVIII y XIX, nos ayuda a descrifrar.


Nury Degel pertenece a la familia de los dueños del hotel. Estuvo a cargo de su reforma y ambientación, para la que se inspiró en el libro "La isla bajo el mar", de Isabel Allende.

Magalí Saberian

Corría el año 2010 cuando la familia Paterson compra lote pensando en hacer un hostel, idea que luego cambiaron por la de hotel boutique. "Yo acababa de leer La isla bajo el mar, de Isabel Allende, que cuenta la historia de una esclava llamada Zarité en el Haití del siglo XVIII. Medio libro transcurre en Santo Domingo y medio en Nueva Orleans. Entré y me dije: '¡Estoy en la casa de Zarité!'", recuerda Nury Degel, a cargo de la reforma y el estilismo. Los elementos franceses estaban presentes en la vieja casona, y ella decidió potenciarlos en lugar de ir por un más obvio entorno folclórico.


Sobre el mueble chino (grandes favoritos en los siglos XVIII y XIX), una bandeja sostiene cocos y velas con aroma a vainilla. Los sillones de ratán también aluden a una época en que el exotismo era furor. Piso de pino tea original.

Magalí Saberian


Lo mejor del pasado

Algo que Nury mantuvo en la reforma fue la altura del techo, que en el pasillo que une la recepción con el comedor se abrió para inundar los espacios de luz y hacerla jugar con los vidrios coloridos y los calcáreos llamativamente brillantes, hechos tomando el motivo de una antigua reja encontrada en el lugar.


La barra y el mueble de madera que toma la pared se hicieron a medida y le dan su impronta al comedor con sillas provenzales tapizadas en Toile de Jouy y géneros a rayas iguales a las que se pintaron en los muros.

Magalí Saberian

"Soy de la idea de acompañar lo que el ambiente pide y potenciarlo: si quiere ser alto, pongo líneas verticales".


El desayuno ofrece buffet y menú a la carta, a cargo del chef in house. El hotel tiene una ala azul y un ala verde. Acá ambos colores sobre una base de greige, elegida para unificarlos.

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"El desayuno es un mimo también desde el diseño. Incorporamos vajilla de céramica, pero de gres, para que resistiera el uso intensivo; los saleros y los pimenteros son de plata; los manteles paraguayos bordados con la técnica ao po'i se lavan a mano, por ejemplo. En ese sentido, el hotel no es 'práctico', es lo anti estándar, pero creemos que es lo que te hace sentir realmente de viaje", reflexiona Brenda Buchanan. "Al tener solamente doce habitaciones, podemos volcarnos a lo artesanal, un lujo imposible en un hotel grande, donde necesariamente hay que apelar a lo seriado".


Una fantasía hecha realidad

A continuación del sector social, se llega al corredor con spatifilium, pasto inglés y gloriosas palmeras al que dan, arriba y abajo, las doce habitaciones de Villa Vicuña.

Magalí Saberian

"La casa llegaba hasta el pasillo. Los corredores con columnas y palmeras de Santo Domingo son un agregado que ideamos nosotros. Hay un clima de fantasía atemporal", dice Nury.


A los pisos de calcáreos se suman, como seña de identidad de Villa Vicuña, los faroles de la ceramista Yolanda Medina de Paterson.

La reja trabajada en el extremo del corredor da paso a un exuberante jardín con varios puntos de encuentro posibles.

Magalí Saberian

El jardín de las delicias

"La gente vuelve a Villa Vicuña, y queremos que encuentre alguna sorpresa dentro de lo esperado. Recibimos a muchas parejas (incluidas parejas de motociclistas), pero también a madres con sus hijas; mujeres que vienen con sus amigas para hacer un viaje con sentido, basado en los intereses comunes: desde la arquitectura y la historia hasta los textiles salteños. Además, a muchísimos extranjeros: norteamericanos y europeos; o uruguayos y brasileños que viajan a Salta atraídos por los tours de gastronomía y los vinos de altura. A nuestra sede de Cafayate, comparativamente, llegan más argentinos", detalla Buchanan.


El deck está preparado como espacio alternativo de desayuno para los días templados, o simplemente, para conversar bajo la vieja Santa Rita.

Magalí Saberian

"Si bien Villa Vicuña no tiene una ambientación salteña, conserva esa impronta en la calidez del personal. Somos un hotel para extender la estadía, para quedarse una noche más a disfrutar de la pileta, del jardín, de la chimenea al aire libre."


Brenda Buchanan, gerenta general de Villa Vicuña Salta

Brenda Buchanan nos muestra más espacios que permiten la charla íntima o la contemplación dentro del hotel.

Magalí Saberian

En el fondo del jardín, junto a la pileta, se creó un espacio con chimenea decorado de modo informal y sofisticado, en el blanco y azul característico del hotel.


Fibras naturales, más azul, y abundante leña para quedarse horas charlando.

Magalí Saberian


Dormitorios soñados

El detalle del medallón de hierro que dio origen al motivo de los mosaicos calcáreos, desde el jardín y desde el piso superior, con vista a los cerros.

Magalí Saberian

"Somos doce personas para atender doce habitaciones, lo que permite un cuidado sumamente especial".


Una de las habitaciones del piso superior, con la misma atmósfera ecléctica y romántica de todas. El Toile de Jouy es la estampa que predomina, acá, en el almohadón y en los cajones del secreter.

Magalí Saberian

"No hubo contras al hecho de que hotel no fuera 'regional". Hay muchísimos detalles que aluden a Salta, como los grandes espejos de alpaca, pero no de un modo que abrume".


Todos los baños tienen espejos con marco de alpaca, pisos en damero y ventanas con dibujo semejante al de los pisos del corredor de las palmeras.

Magalí Saberian

Villa Vicuña. Caseros 266, Salta. Tel: (0387) 432-1579. villavicuna.com.ar


Una ubicación inmejorable

Detalle del portón labrado del Convento de San Bernardo, a dos cuadras de Villa Vicuña.

Magalí Saberian

A la vuelta del paseo diario, una recorrida por el Cabildo está a tiro.

Magalí Saberian


Por Mariana Kratochwil e Inés Marini

Fuente: La Nación