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Los secretos del Sheraton según el mayordomo VIP que trabajó allí durante más de 30 años

Roberto Otálora atendía a huéspedes famosos y hacía realidad sus pedidos. Del teléfono rojo de un presidente a la noche de bodas de Maradona.

17 de octubre de 2022

La cocina construida en la suite de Pavarotti para que el tenor tuviera la mejor pasta. El operativo para que Ricky Martin le diera autógrafos a 954 fans, uno por uno. El desguace de dos cuartos para instalar una estación telefónica que conectara la habitación del presidente con la de su secretario de Estado. El salto de ballet que dio Maradona para esquivar una silla en la previa de su casamiento.

Esas y otras cientos de anécdotas apila Roberto Otálora (69), que trabajó durante casi tres décadas en el Sheraton Buenos Aires. Repasa con Clarín esas historias en el 50° aniversario del hotel de Retiro, que se cumple este miércoles. Pero jamás menciona lo que cuenta sobre él el resto del staff: "¿Está Roberto?", dicen que preguntaban Ricky Martin o Luis Miguel cada vez que llegaban.

Otálora fue durante años encargado de relaciones con los huéspedes (Guest Relations Manager en inglés) del Sheraton Buenos Aires. Una suerte de mayordomo VIP ?o, como define Otálora, un RR.PP que los recibe y despide, revisa que todo haya marchado sobre ruedas y hace realidad los pedidos de sus clientes, aunque en principio parezcan imposibles.


Roberto Otálora trabajó casi 30 años en el Sheraton. Era el encargado de atender a los famosos. Foto Constanza Niscovolos


Los más previsibles: contratar limusinas, reservar vuelos, recomendar restaurantes. Las toallas así, las almohadas asá, la midnight supper (cena ligera de medianoche), las batas bordadas con las iniciales.

Pero hay otras misiones más singulares, de las que Otálora se acuerda incluso hoy, tanto tiempo después de haberse despedido del establecimiento porteño para trabajar para la misma cadena (Marriott) en Ciudad de México.

Una de ellas fue haber tenido que construir una cocina en la habitación de al lado de la suite presidencial, para que el tenor italiano más grande de todos los tiempos pudiera tener la pasta como a él le gustaba. "La habitación contigua y la siguiente se desarmaron y se puso un anafe. Me acuerdo que Pavarotti probaba la pasta y le decía al chef: 'Un piccolo di sale'. O le pedía que la cocinara más", cuenta Roberto.

Queen es una de las bandas que Otálora recuerda con más cariño. Sus cuatro integrantes fueron las primeras estrellas de rock internacional en venir a la Argentina. Llegaron al Sheraton a fines de febrero de 1981, poco tiempo después de haber sacado The Game, y estaban en la cresta de la ola. Pero igual seguían desplegando sencillez y "buenos modos, muy ingleses", describe Roberto.


Intercambio de camisetas. Queen con Diego Maradona, cuando la banda estuvo en la Argentina en 1981.


Freddie Mercury pidió tocar un piano, así que el hotel habilitó el del lobby bar, aunque el lugar estuviera cerrado. "¿Qué querés que toque?", le preguntó el artista al mayordomo. "Love of My Life" fue la elegida. La canción que interpretaría frente a un Vélez colmado sonaría unas horas antes exclusivamente para Otálora.

El mayordomo sigue rememorando. Recuerda a "Micky" (Luis Miguel o, para él, señor Gallego Basteri) y "su sencillez y su amor por el Malbec argentino". A Jacqueline Bisset y "lo linda que es. Me quedé hipnotizado cuando vino".


Luis Miguel en el Sheraton Buenos Aires, en los años 90. Foto Archivo del hotel.


También a Ricky Martin recién salido de Menudo, quien supo bien qué hacer cuando casi mil fans hacían guardia en la vereda del Sheraton, sobre San Martín, y no dejaban dormir a buena parte de los huéspedes.

Al cantante portorriqueño se le ocurrió una idea: recibirlas una por una en una sala. "Pero son 954, Ricky", le contestó Otálora. Igual el RR.PP. puso manos a la obra. Reservó una sala de conferencias, la remató con una mesa alargada donde se sentaría el cantante, salió a hablar con los fans y les anunció una propuesta, pero solo si cortaban los gritos.

"Ricky los va a recibir uno por uno. Pero por favor hagan silencio y respeten la fila", dice Roberto que les dijo. Tardaron horas, en las que el artista solo paró para ir al baño, tomar agua o comer algún snack. Los fans finalmente se fueron, y Otálora y equipo retiraron las barricadas que habían puesto durante todo el día para evitar que los admiradores más encendidos ingresaran al hotel.

En el Sheraton también fue la noche de bodas de Diego Maradona, pero el astro no hizo ningún pedido estrambótico. Solo ordenó sándwiches de lomito con champagne a la habitación, para él, Claudia y su familia, en la previa de la fiesta en el Luna Park. El Diez hasta se las arregló solo para sortear obstáculos, aunque estuviera enfundado en un frac.


Maradona de frac. La previa de su fiesta de boda en el Luna Park fue en el Sheraton. Foto Archivo Clarín

"Por cómo estaban sentados los parientes, Diego no podía llegar al baño. En el medio había un piano con silla que tampoco dejaba pasar. Entonces él se levantó la cola del frac, hizo un salto digno de Barýshnikov y pudo esquivar la banqueta. Era tan atlético", destaca Otálora, quien también tuvo el desafío de alojar a sus compañeros del Napoli, que viajaron para el casamiento.


Sí, presidente

Tina Turner, Frank Sinatra. Pelé, Ayrton Senna, Andre Agassi. Geraldine Chaplin, Eric Clapton, Bon Jovi. En un hotel de lujo las exigencias son tan diversas como los huéspedes que aloja. Pero una cosa son los pedidos de las estrellas y otros los de los presidentes: ahí se desbloquea un nuevo nivel. Sobre todo si lideran países del G8, como Alemania, Estados Unidos, Francia o Reino Unido.


Frank Sinatra y la familia Ortega, en el Sheraton Buenos Aires. Foto de archivo del hotel


Sus comitivas movilizan no solo decenas de empleados de seguridad. También chefs personales, perros antibombas y hasta camionetas blindadas.

El director de ventas del hotel, Andrés Hasdeu, aporta más datos. "El staff de un presidente puede llegar a medir la velocidad y eficiencia de los ascensores por si se llega a quedar alguno, estudiar la ruta de evacuación, llevar sangre por si hay alguna contingencia. Todo lo que comenta Roberto es así", rubrica.


Andrés Hasdeu, el director de ventas del Sheraton, junto a Roberto Otálora. Foto Constanza Niscovolos

Nada extraña al staff de un hotel. O casi. Hasdeu admite que a veces se sorprende: "El equipo de un presidente pidió desarmar dos cuartos, con la promesa de que iban a dejarlos exactamente como estaban. Desarmar las llaves de luz, los muebles, todo. ¿Para qué? Para hacer una central telefónica roja, y que haya conexión punto a punto entre una habitación y otra, sin interferencias".


El mensaje de agradecimiento al Sheraton de puño y letra de Bill y Hillary Clinton. Foto de archivo del hotel

"El famoso teléfono rojo", acota Otálora, en referencia a la leyenda de la Guerra Fría. Y explica: "Si hay un conflicto en otra parte del mundo y necesitan al presidente, tiene que estar esa vía de comunicación lista en cualquier momento". Afortunadamente, "no hubo ninguna disputa internacional en esas estadías". Igual, como los scouts, los mayordomos tienen que estar siempre listos.


Geraldine Chaplin en el Sheraton Buenos Aires. Foto del archivo del hotel.

"¿Qué más tiene que tener el gerente de Servicios de un hotel?", le pregunta a Otálora esta cronista. "Estar dispuesto a hacer muchos sacrificios. Esto es 24/7. Renuncié a mucho en mi vida para esto", admite Roberto, con ojos húmedos. Y se despide con una frase, que desearía que fuera suya: "El éxito no es ningún accidente: es trabajo duro, perseverancia, aprendizaje, estudios, sacrificio y, sobre todo, amor por lo que hacés".


Fuente: Clarín