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Dormir en árboles, burbujas, azoteas o esculturas sin ventanas: el más difícil todavía de los hoteles de lujo

La extravagancia es el nuevo valor de la hostelería. Por ello, cada vez más establecimientos proponen a sus huéspedes alojarse en lugares hasta hace poco impensables

18 de julio de 2023

Pobres hoteles: les cargamos con demasiada responsabilidad. Nuestros padres no les pedían más que cama, ducha caliente, desayuno y alguna que otra foto para el álbum familiar. Nosotros les exigimos que no se nos olviden, que nos transformen, que nos cambien la vida. Los viajes del siglo XXI deben ser memorables; de ahí que la hostelería se vea inmersa en una permanente huida hacia adelante por el más difícil todavía. Es el mundo del lujo o del postlujo, que suena mejor y tiene interés por ser respetuoso, el que se apropia de esta tendencia.

El diseño, el arte y la arquitectura contribuyen en esa escalada hacia el impacto y el recuerdo. Roza Phillips, fundadora de la consultora Abundance@Work, contaba en la última edición de We Are Africa, una feria de turismo de lujo experiencial que se celebra cada año en Ciudad del Cabo: "La pirámide de Maslow [que enumera de forma jerárquica las necesidades humanas] se ha vuelto loca". Ella defiende que "hoy todas las preocupaciones son la misma: familia, wifi, propósito, democracia...". Y ahí entra esta búsqueda desmelenada de experiencias, una palabra que se ha roto de tanto usarla.


Ligera Lodge (Beyond Green), en Botsuana, ofrece una 'suite' en las ramas de un baobab.


Dentro de esta estirpe de hoteles que se niegan a que los olvidemos existe un subgénero interesante y que se reparte por todo el mundo. Es el que nos aleja del suelo, como si eso fuera una metáfora de algo. A tal categoría pertenecen los alojamientos que nos invitan a dormir en lo alto de un árbol, como primates o pájaros extraños. Construir una casa en la copa de un árbol es tan antiguo como la infancia y quizás en esa capacidad de conectarnos con el pasado reside parte de su atractivo. La encontramos en África, en Inglaterra o en Galicia, siempre que haya árboles y un hostelero inquieto. Sarara es una colección de ecolodges que se sitúan en las copas de los árboles de la comunidad Samburu, en el Norte de Kenia. Defiende una experiencia que no renuncia a comodidades, pero que es libre de plásticos y quiere conectar de manera directa con la naturaleza.


En Finohlu, Maldivas, está la Beach Bubble, una 'suite' burbuja transparente situada en la playa.


Como dice Jeremy Bastard, el director general de The Sarara Foundation: "Nunca te aburres en Africa". Y el entretenimiento siempre se recuerda. El Ligera Lodge (Beyond Green) de Botsuana ofrece una suite en las ramas de un baobab que permite mirar por encima del hombro el delta del Okavango. Y si queremos algo para recordar, pero cerca, elegiremos Cabañitas del Bosque, complejo de cabañas situado en lugares como Albeida (A Coruña), que fue galardonado con el Premio de Arquitectura y Urbanismo 2020 del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España (CSCAE). Este lugar confirma que lo memorable no tiene que ser ni lejano ni prohibitivo. Una variante de la experiencia anterior consiste en dormir en una cabaña construida sobre pilares. La Dehesa Experiences (Rusticae) es un hotel situado en Sierra Morena, formado por seis suites a cinco metros de altura; todas tienen piscina privada y en ellas se puede realizar hasta una cena-cata con vinos locales. Como estar en la sabana, pero llegando en AVE.

En los últimos tres años, tan revolucionarios en el mundo del viaje y la hostelería, hay tendencias en alza. Según el informe llamado Buzz versus reality: Decoding the Luxury Travel Consumer Mindset (Ruido contra realidad: descifrando la mentalidad del consumidor de viajes de lujo), elaborado por American Express, crece el revenge travel (viaje vengativo), es decir, aquel que busca compensar lo perdido y, además, con un foco en la extravagancia. Aquí entran establecimientos como los hoteles burbuja, otra categoría ya asentada. Cada vez hay más, pero la batalla se libra en el diseño y localización.


La Dehesa Experiences es un hotel situado en Sierra Morena formado por seis 'suites' a cinco metros de altura.


En Finohlu, Maldivas, está la Beach Bubble, suite burbuja transparente situada en la playa que no descuida códigos del lujo clásico, como la cama con dosel. Allí es posible aislarse del mundo y ver también las estrellas. Mucho más cerca, en Toledo, el hotel Miluna propone algo similar en versión España Vaciada: un cielo oscuro y miles de estrellas brillantes. También podemos dormir en una burbuja algo más alta, a 1.200 metros de altura, como promete Whitepod, en Suiza, con 18 pods que producen su propia energía y son estrictos en sostenibilidad.

Otra clase de hoteles es la que invita a dormir al raso, acto, como dormir en un árbol, tan antiguo que resulta muy moderno. L'And Vineyards es un hotel del Alentejo diseñado por Marcio Kogan que, cuando abrió en 2011, propuso algo que sonaba loco: una suite con techo transparente. Muchos alojamientos siguieron su estela, sobre todo cuando tenían un cielo limpio repleto de estrellas brillantes que ofrecer. Uno de ellos, llamado 1500 Estrellas, está en Ribera del Duero. En él hay una habitación con su buena cama, en medio del campo, sin techo ni paredes. Ya dijo alguien que el futuro era como el pasado, pero más caro.


El Gran Hotel Timeo, de Taormina, alberga dos cabañas de Dior en lo alto de unos cipreses.


El arte, siempre legitimador, se cuela en esta huida desmelenada hacia lo singular. Cuando es bueno, hay muchas probabilidades de que lo vivido se nos quede en la retina, en el corazón y en nuestras redes sociales. Esto ocurre si dormimos no en una habitación con obras de arte, sino dentro de una obra de arte. La suite ROOM, del Beaumont (Preferred Hotels & Resorts) en Londres es una escultura diseñada por Antony Gormley. Sin ventanas, de una oscuridad extrema, propone una estancia chocante, meditativa y... memorable. Algo menos escandaloso, pero igualmente impactante, es alojarse en un hotel en Ciudad del Cabo que cuenta con la mejor colección privada de arte contemporáneo sudafricano. Se llama Ellerman House y sus vistas a la ciudad son también dignas de recuerdo.

Tampoco olvidaremos una noche en la suite Rubens, como parte del festival Stories Unfold, que se celebra cada dos años entre el 1 de agosto y el 29 de octubre en el Castillo de Elewijt, en Flandes. Allí vivió el artista entre 1635 y 1640 y la idea es emular su vida, hasta el punto de que la suite no tiene baño: hay que salir al jardín cuando se necesite. Lujo cultural y extremo. También lo es alojarse en el mismísimo Palazzo Borghese, en Roma, como si fuera a aparecer Visconti de un momento a otro a filmarnos. Desde este verano el nuevo hotel Palazzo Vilòn (Shedir Collection) es parte de este edifico histórico, donde ocupa el ala sureste. El Palazzo pertenece, en su mayoría, a la familia Borghese y, si desembolsamos la cantidad enorme que permite dormir en él, podemos cruzarnos por la escalera con el heredero de la familia, Scipione, que tiene ahí su casa.


La suite Rubens en el Castillo de Elewijt, en Flandes.


Lo recordable no es solo lo rimbombante. Dormir en un hotel prefabricado puede serlo. Así son los alojamientos donde se pernocta durante la travesía de siete noches que propone Explora y que recorre el desierto de Atacama, en Chile, hasta el salar de Uyumi, en Bolivia. Han sido diseñados de forma exquisita por el chileno Max Núñez con el objetivo de tener el mínimo impacto ambiental y ha sido transportado hasta las localizaciones elegidas. La idea es que estos lodges o refugios puedan seguir su vida en otros lugares. Esto también se recuerda.


Chituca, uno de los alojamientos prefabricados donde se pernocta durante la travesía que recorre el desierto de Atacama, en Chile hasta el salar de Uyumi, en Bolivia.

Tras la pandemia (hemos tardado párrafos en escribir la palabra) ha aumentado la obsesión por realizar viajes de-una-vez-en-la-vida, por experimentar algo sorprendente y narrable. No es casual que el Venise Simplon Orient Express registre llenos en todas las rutas y a lo largo del año. Tampoco que las marcas de moda y belleza se impliquen en este empeño. Hasta el mes de octubre, el hotel Gran Hotel Timeo (A Belmond Hotel), de Taormina, alberga dos cabañas de Dior en lo alto de unos cipreses, donde los huéspedes y visitantes podrán disfrutar de sus tratamientos. Este spa efímero se llama, con tino, Le Jardins des Rêves. En el territorio de los sueños es donde nos movemos.

Los hoteles nos suben a árboles, a lo alto de grúas, nos obligan a dormir al aire libre y nos retan desde distintos ángulos. Lo que es evidente es que, en estos tiempos, nadie recuerda un hotel solo porque tenga bien colocados los enchufes. Nadie.

Fuente: El País